Buenos días Alcalde, autoridades locales y de la Comarca, vecinos y visitantes, amigos todos…

Es un honor para mí, ser la pregonera de estas fiestas patronales en honor de Nuestra Señora de la Asunción y de San Roque 2016, tal como lo hiciera un día mi padre, Ventura Rebolleda, en 1993.

Cuando por amable invitación de vuestro alcalde, D. José Antonio del Olmo Fernández, me fue brindada la oportunidad de dirigirme a vosotros como pregonera de estas fiestas, puedo aseguraros que no dude un instante en aceptar este gran honor que se me ofrecía, para proclamación de vuestra fiesta más grande.

Lo hago, ilusionadamente, en mi condición de descendiente de otros hijos de Melgar, mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo…. que en tiempos ya remotos, pusieron su mejor empeño, inteligencia y trabajo en crear prosperidad y desarrollo para el pueblo y su comarca.

Pero también lo hago movida por el feliz recuerdo de los años de infancia y juventud aquí pasados, cuando no teníamos las comodidades de que hoy disfrutamos pero que tampoco necesitábamos para pasar los mejores veranos de nuestras vidas.

Quiero en este pregón hacer dos pequeños pero importantes homenajes: uno a mi padre, hijo de Melgar y otro a esos años en los que me pude impregnar del sentir de este pueblo que marcaría mi juventud.
El primero, porque representa a todos esos hombres y mujeres que tuvieron un día que dejar su pueblo natal por innumerables razones, tantas como personas, y que sin embargo, nunca dejaron de estar en él, porque en él se quedó parte de su corazón.

Mi padre, viajero incansable, nos enseñó a amar a su pueblo, pero no sólo a nosotros, sino a toda aquella persona con la que se paraba a entablar una conversación en cualquier rincón del mundo. Ventura Rebolleda, ha sido el “embajador” de Melgar de Fernamental en el mundo, tal como recoge un titular del Diario16 de Burgos, donde aparece en una fotografía con unos niños de un pequeño poblado africano. Y es que su mayor obsesión fue siempre hacer algo por su tierra natal, así como dar a conocer su pueblo a todas las personas con quienes se relacionaba.

Algunos de vosotros, los más mayores, le recordaréis con su máquina al hombro, primero la de fotos, después la de video y a veces las dos juntas.

Recuerdo como año tras año, iba aumentando la colección de fotografías y grabaciones dedicadas a Melgar, tantas que apenas cabían en aquella habitación de Madrid en la que casi ni mi madre se atrevía a entrar, para no descolocarle algún álbum o película que luego pudiera no encontrar.

Era tanto el amor por su gente, que mi madre quiso donar buena parte de su colección a todos los melgarenses, haciendo entrega de todas esas horas de atención incansable al excelentísimo ayuntamiento de Melgar para el disfrute de todos. No creo que haya pueblo en la comarca, y que me perdonen nuestros vecinos presentes, que tenga un archivo gráfico más completo que el de Melgar de Fernamental. Todas las fiestas, todos los acontecimientos importantes, todos los rincones de este hermoso pueblo…

En ese deseo de transmitir su amor por su tierra natal, fuimos parte importante nosotros, su mujer y sus hijos, su familia. Y aquí empieza mi segundo homenaje.

El verano para mí era importante porque suponía la vuelta a Melgar, lo esperaba impaciente.

No lo recuerdo como algo extraordinario, porque nunca pasaba nada extraordinario. Quizás era precisamente eso lo que llenaba esos días de verano, cosas sencillas, naturales: El mantel de hule en la mesa ovalada bajo el cerezo, el banco de madera, esos huevos fritos con torreznos que todos los domingos nos hacía mi padre y nos tomábamos antes de ir a la  Misa Mayor donde el sonido del órgano inundaba toda la iglesia…

Había muchas cosas que parecen insignificantes pero de las que en una ciudad como Madrid o cualquier otra, no se pueden disfrutar:

Las caminatas todos los días desde nuestra casa hasta el pueblo pasando por las eras, siempre en época de segar y trillar; el barrio parché, la plaza de la iglesia y los plátanos de la plaza del pueblo y comprar el pan, ese olor a pan recién horneado, llenar las garrafas de agua en el caño o coger la leche recién ordeñada.
Cuando íbamos a bañarnos al rio, ese Pisuerga, donde aprendimos a nadar y que regaba esas ricas huertas cuyos productos tenían un sabor especial. Recuerdo cuando nos sentábamos en su orilla a comer las semillas de los girasoles.


Cuando vuelvo a visitar los rincones de mi infancia y juventud, las cosas más insignificantes me asaltan.. Los primeros bailes en la plaza del pueblo, la peona bailándola con el juez, las llamadas telefónicas desde la centralita, lo que es en la actualidad el “Mesón Torres”, la música que poníamos en la máquina de discos que había en “la capilla”…

Y el reencuentro con los amigos melgarenses. Esas meriendas en el majuelo  con la familia Guerra, los Arnaiz, Mundo Arias y familia, Domi y muchos amigos más.

Recuerdo el sonido del cierzo por las tardes; cuando llovía, esos olores a paja y tierra mojada; el despertar con el tintineo de las ovejas que el pastor había ido recogiendo por el pueblo cuando pasaba cerca de nuestra casa..

Sonrío cuando pienso en ese verano en el que paseando por las eras, descubrimos a una peña preparando la carroza para las fiestas y ni cortas, ni perezosas, mis hermanas y yo nos prestamos a ayudar, eso sí confiando ciegamente en el talento artístico de nuestra madre, que sin duda nos echaría una mano.

Ese verano conocí a la peña “Los Alcapones”, a la que pertenecía Tello “el Lute” mi amigo panadero, a los que quiero recordar junto a las peñas de “Los Nibelungos”, “San Roque”, “El Cid”, “los Mangas”, “Poca-pena”, “Fernán Armentález”… que daban alegría en todas las fiestas con esas bonitas carrozas y que acogían a todos los que veníamos de fuera haciéndonos partícipes de las fiestas.

Me gustaría dedicar un recuerdo muy especial a todas esas personas que no están ahora con nosotros pero que han hecho posible que entendamos el cariño y la devoción que mi padre sentía por su pueblo natal.
Y a vosotros, los más jóvenes, recordad que lo que viváis ahora, os marcará el resto de vuestra vida, disfrutad de vuestro pueblo, disfrutad de las fiestas y disfrutad de la vida.

Quiero terminar éste, mi pregón con las mismas palabras que en 1993 utilizó mi padre para empezar el suyo:
“La pregonera de las Fiestas Mayores de Nuestra Señora y San Roque de este año de gracia 2016, os convoca, llena de amor y de ilusión, a celebrar la fiesta, a divertirnos y a encontrarnos un año más en torno a nuestros santos patrones”

¡Viva Nuestra Señora de la Asunción! ¡Viva San Roque! ¡Viva Melgar de Fernamental un oasis en Castilla!


Pregonera

Mª Pilar Rebolleda Tobar
nació en Madrid, el año 1958.
Es Maestra, especializada en matemáticas, ciencias e infantil. Lleva más de treinta años trabajando como maestra y educadora.
Formadora de maestros.
Ha escrito artículos y libros relacionados con la educación.